El reto de la paternidad en la sociedad actual

Por: Julio Galindo, Psicólogo

En todas las culturas del mundo, por motivos biológicos, las madres gestan a los bebés en el interior de su cuerpo. Sin embargo, la presencia y la función del padre en este proceso es relativa al contexto cultural al que nos vayamos a referir. Existe un viejo proverbio latino que dice “madre siempre cierta, padre siempre incierto”. Y en efecto, no podemos hablar de un hecho biológico irreductible que ocurra en todos los hombres que se convierten en padres. De hecho, en la cultura “occidental” a la que pertenecemos, el padre tenía hasta hace un par de décadas una función prácticamente simbólica en la gestación y el posparto de un bebé. Era el “proveedor” de los bienes materiales necesarios para que la mujer se encargue de la labor concreta de gestar y luego alimentar y cuidar al bebé.

Sin embargo, los resultados de algunas investigaciones recientes han sorprendido a la comunidad científica, al revelar cambios en el cerebro y en las dinámicas fisiológicas de algunos padres durante y después del embarazo de sus parejas. Esto claramente muestra la influencia que tienen las experiencias emocionales en los procesos biológicos. En nuestra cultura la distribución de roles entre hombres y mujeres ha ido cambiando, y esto facilita que cada vez más estos padres se permitan permearse por la
“constelación” de procesos que rodean al embarazo.

Ciertamente, la antigua distribución de roles dejaba al hombre insatisfecho de realizar algunas aspiraciones profundamente humanas de cuidar y conectar con sus propios hijos. La simple observación del juego espontáneo de niñas y niños (sin interferir) muestra que el deseo de gestar y cuidar aparece indistintamente del sexo. Lo que hace la cultura en cambio es inhibir en muchos hombres la posibilidad de canalizar este deseo, por las expectativas sociales que deben cumplir.

Cada vez más, existe una necesidad emocional en muchos padres de estar presentes en la vida de su bebé y de la misma manera las mamás valoran la posibilidad de contar con la presencia y cooperación de su pareja. De hecho, cuando se da la noticia de un embarazo, tanto en hombres como mujeres ocurre un proceso de turbulencia emocional en la que se conjugan las expectativas, deseos, fantasías y temores derivadas de las experiencias infantiles y la forma en la que cada uno vivió el vínculo con sus propios padres y hermanos, así como el lugar que tendrá este bebé en el proyecto de vida individual y de la pareja. Sin embargo estas expectativas siempre se ponen en relación con las experiencias actuales y la posibilidad real de vincularse con un bebé.

En las madres, aproximadamente a partir del quinto mes de embarazo, empiezan a existir los primeros indicios de que existe un ser separado en su interior, que se mueve y poco a poco empieza a interactuar con ellas. Y en este punto, los padres se enfrentan a una primera dificultad. Como plantea Tallandini (2009) los padres sufren de sentimientos de irrealidad por la falta de evidencia tangible de la existencia del bebé in útero. Esto dificulta que puedan conectarse emocionalmente con un proceso que en la
madre a veces parece ocurrir casi espontáneamente.

Frente a esta posición podemos identificar que los padres suelen reaccionar en un espectro entre dos polos: por un lado, aquellos padres más conectados con el deseo de alimentar y cuidar a la madre y al bebé en su interior; y por otro lado aquellos padres en los que prevalecen los sentimientos de exclusión, y que por lo tanto se sienten desplazados o directamente abandonados por su pareja. Y en ese punto es crucial un trabajo activo y determinado por parte de ambos miembros de la pareja, de la familia y las instituciones sociales y sanitarias, para abrir el espacio al padre en la relación naciente con el bebé.

Los estudios de interacción (Brazelton y Cramer, 1990) muestran que en las últimas semanas in útero, el bebé tiene un comportamiento diferente ante la presencia del padre, siempre y cuando el padre haya estado presente de forma habitual en la cotidianidad de la madre. Asimismo, la reacción del recién nacido muestra que existe un grado de discriminación frente a la voz, y el cuerpo del padre. Pero para lograr este primer reconocimiento se hace fundamental la inclusión del padre desde la consulta antenatal, durante el parto y en cada paso en el desarrollo del bebé.

Menciono el papel institucional, porque por ejemplo, hasta hace un par de años la presencia de los padres durante el parto resultaba en muchas instituciones como un obstáculo más que una necesidad esencial. Hoy en día sabemos que las experiencias emocionales que ocurren durante el parto dejan una huella tan profunda y duradera tanto en los padres como en la naciente mente del bebé, que podría hacerse una semejanza con la impronta observada en otras especies animales. Así, cuando un bebé y un padre establecen un lazo temprano desde los primeros días de vida, es más altamente probable que el vínculo se reafirme duraderamente.

Por otra parte, también es importante mencionar los riesgos. En efecto, establecer vínculos emocionales siempre demanda una cuota de vulnerabilidad. Los padres que se compenetran con los procesos del embarazo también quedan expuestos a despertar sus propias vulnerabilidades emocionales, así como reactivar complejos infantiles sin resolución. En ese sentido, también están expuestos a sufrir trastornos emocionales. Frente esta problemática, vale la pena recordar que hoy en día los estudiosos en psicología del desarrollo infantil establecen que “se necesita una aldea para criar a un niño”. Eso quiere decir que, incluso estando presentes el papá y la mamá, la crianza siempre requiere de una comunidad entera que acoja las necesidades de cada miembro de la familia y en su conjunto, durante este importante periodo de la vida. Los padres, tanto como las madres, necesitan sentirse acogidos y sostenidos por una red de apoyo.

Monique Bydlowsky (2007) acuñó el término “transparencia psíquica” para describir el proceso psicológico que ocurre en las madres durante el embarazo. Se refiere al hecho de que la mujer se hace permeable a sus aspectos más infantiles durante esta etapa. Esto tiene el riesgo de activar vulnerabilidades, pero también la hace la etapa ideal para elaborar duelos y poder avanzar en procesos psicoterapéuticos. Considero que los padres que se compenetran con el proceso del embarazo también pueden entrar en dicho estado de “transparencia psíquica”. Sin embargo, el padre tiene a posibilidad de
defenderse de estos procesos, como lo han hecho miles de padres a lo largo de la historia, ausentándose y huyendo de la experiencia emocional.

La historia está llena de niños y niñas que crecen y se desarrollan sin un padre de carne y hueso y en muchas ocasiones existe un entramado social que acoge exitosamente a la díada madre-bebé cuando el padre no está presente. No obstante, hoy nuestra sociedad nos enfrenta al reto de no conformarnos con esta situación. Pero para esto los hombres deben estar dispuestos a tomar el riesgo de involucrarse con los retos de la paternidad. Esto puede ser aterrador, pero también puede ser una experiencia transformadora si se puede acompañar adecuadamente (Salomonsson, 2018).

En el marco del mes de la Salud Mental Paterna, celebrado en el mes de junio, exploramos en este artículo los retos de la paternidad en la sociedad actual. Comparte este blog de apoyo con algún padre que lo necesite. #SaludMentalPaterna

Bydlowski, M. (2007). La deuda de vida. itinerario psicoanalítico de la maternidad. Madrid: Biblioteca Nueva

Brazelton, B. y Cramer, B. (1990). La relación temprana. Padres, bebés y el drama del apego inicial. Buenos Aires: Paidos.

Genesoni, l. y Tallandini, M. (2009). Men’s psychological transition to fatherhood: An análisis of the literature, 1989-2008. Birth: Issues in perinatal care, 36(4), 305-318.

Salomonsson, B. (2018). Psychodinamic Interventions in pregnancy and infancy.
Clinical and theoretical perspectives. Routledge: New York.

ACERCA DEL AUTOR

Julio Galindo

Julio Galindo es Psicólogo y Magíster en psicología clínica (Pontificia Universidad Javeriana) Bogotá – Colombia, además tiene un Máster en psicología y psicopatología perinatal e infantil (Universitat de Valencia-España), Psicoanalista (En formación) Sociedad Colombiana de Psicoanálisis. Julio también es facilitador de PSI del encuentro de apoyo Comunicación en las familias.


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